La historía de la Rueda Egely

La historía de la Rueda Egely

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Según George Egely la Rueda Egely debería haber sido inventado al menos hace cien anos – aunque no de una forma eléctrica. Estaba todo a disposición para que las ciencias naturales reconocieran este fenómeno. No ocurrió así, la invención de la Rueda Egely sólo se realizó hace poco y, lamentablemente, éste no es un caso singular de la Rueda Egely: los cristales líquidos fueron olvidados durante 80 anos, y la ignorancia por la penicilina durante 10 anos también parece bastante deshonroso. La Rueda Egely también recorrió un camino parecido

Yo empecé a estudiar este parafenómeno naturalmente por toda casualidad. La invención de la Rueda Egely ni siquiera fue una alternativa aquel entonces. Terminé mis estudios en la Universidad de Tecnología de Budapest, como ingeniero mecánico (además en la especialidad de termodinámica), donde estudiábamos durante anos sobre los procesos de trasmisión de las energías. Los conocimientos allí conseguidos los pude aprovechar bien en las futuras investigaciones de la Rueda Egely. Después me coloqué como ingeniero en un instituto de investigaciones académico, y empecé a dedicarme a los problemas y accidentes que podían producirse a la trasmisión de energías en los centrales nucleares. Durante los procesos de este tipo se desarrollan sucesos de trasmisión entre energías e impulsos, extremadamente complejos y multiláteros. El investigador debe conocer muy bien las propiedades del movimiento y de la transmutación de las diferentes energías. La Rueda Egely naturalmente se basa en otros tipos de transmisión de energías. Me gradué de doctor de este tema y tenía adelante una carrera de investigación regular. Estas experiencias no fueron suficientes para entender el funcionamiento de la Rueda Egely, si bien la Rueda Egely también se basa en la transmisón de energías. A comienzos de los anos 80 trabajaba un ano y medio en un instituto de investigaciones, en los Estados Unidos, como becado de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Ocurrió allí que en una discusión nocturna, la conversación vino a recaer sobre los fenómenos sobrenaturales y los de transmisión de energías los cuales son mensurables con la Rueda Egely.

Como todos los investigadores, que creen sólo a los propios ojos o a las actas de experimentos, yo también permanecé sordo ante la existencia de los parafenómenos, declarando que eso no podía ser otra cosa que la simple repetición de halucinaciones irrepetibles. Hasta que no empezé a construir la Rueda Egely, yo también dudaba en la existencia de la bioenergía. A mi mayor consternación mi mujer, que era matemático primerizo (ella también ayudó en la construcción de la Rueda Egely) y estaba trabajando en su tesis doctoral, nos explicó que ella misma había visto varias veces sus companeros de universidad efectuando mesa andante. Esta cosa me conmovió en profundo, porque me puso en un dilema: iba a creer a mi propia mujer o a los teorías aceptados de la ciencias naturales. Ambas decisiones me resultarían penosas y a largo período me acarrearían graves consecuencias. Ahora, si lo pienso bien, me alegro por optar por la Rueda Egely. A pesar de todo, no fui capaz de aceptar la existencia de una cosa tan herética, hasta que en una discusión un colega americano, H. Bruce Stewart dijo un argumento muy importante: un verdadero investigador no puede rechazar la existencia o inexistencia de nada a priori, sin convencerse por propia experiencia, de modo objectivo e imparcial. Estoy muy agradecido a Bruce: fue él quien me ensenó el camino que me condujó hasta la invención de la Rueda Egely.

Esta declaración me abrió los ojos. Debe de ser la influencia de Bruce por la que más tarde empezé las pruebas con la bioenergía y posteriormente la planicicación de la Rueda Egely. Aunque con ocasión de estas discursiones amistosas yo también insistía en esta misma opinión automáticamente (como muchos otros investigadores), no lo pensaba en serio. Por causa de las prevenciones que me habían planteado en las escuela, rechazaba sin pensar el estudio de este lado de la naturaleza, el aceptar de estos fenómenos. Reconozco que si en aquel entonces me iba a encuentrar con un aparato semejante a la Rueda Egely, lo rechazaba. Pero las dudas no me dejaban en paz. Después de estar pensando algunas semanas, me puse a hacer una investigación de rutina, a la vez muy simple: consulté todos los libros escritos en el tema. Esperaba encontrar numerosas contradicciones interiores, que demostrarían por sí mismos la imposibilidad de la existencia de los parafenómenos y las anomalías. Me quedé de piedra al enterarme de que los estudios y las observaciones elaborados por expertos y también por laicos se parecían mucho, aunque estos exámenes y medidas se hubieran producido en lugares y edades diferentes. Las personas en cuestión ni se habían enterado uno del otro, ni habían referido a los resultados de los otros y además no habían tenido a su alcance un aparato parecido a la Rueda Egely para medir la bioenergía. Hace falta un aparato que sepa medir de modo muy simple y puntual la bioenergía. La Rueda Egely es así. Esto me justificó que sí, que había alguna raíz, alguna legitimidad común entre las observaciones, así que no podíamos eliminar que ésas tuvieran algo de realidad. Claro, que si el fenómeno existe de verdad, entonces no solamente aquí y ahora, pero debe existir siempre en el futuro. Por eso planteé la construcción de un instrumento parecido a la de la Rueda Egely.

Por eso, a base de estas observaciones elaboré un modelo empírico muy sencillo, según el cual esta energía parece a la electricidad, pero no la es, porque hay varias diferencias elementarias. La Rueda Egely se mueve mediante estas energías y la energía vital. Mientras la difusión de la electricidad depende de alto grado de la conductibilidad de las materias, esta energía (llamemos energía vital) atraversa prácticamente en todos los cuerpos sólidos y en el curso de su afluencia no hace diferencia entre objetos aisladores y conductivos. Ésta fue una importante observación para el futuro desarrollo de la Rueda Egely. Así por ejemplo, un globo de cristal o una tulipa de plástico funciona como una «jaula Faraday», o sea, si ponemos los objetos en una tulipa cerrada, nos costará mucho practicar influencia en su movimiento. Partiendo de este modelo planteé un experimento que nunca antes había sido realizado: pensaba producir un movimiento que giraba en líquido. La causa por la cual elegí el movimiento giratorio, era que éste conllevaba poco de frotamiento y pequenas fuerzas producían un desplazamiento significante. Este efecto tuvo un papel importante al construir la Rueda Egely. Naturalmente en la decisión también jugaban un papel importante las razones financiarias, y el experimento más simple parecía ser ejecutable usando un vaso de agua y un platillo llano.

De acuerdo con el modelo físico así simplificado, pensaba que si llenaba un platillo llano con agua, éste debería ponerse a mover al efecto de la mano puesta a su lado, y los objetos pequenos, puestos en la superficie del agua, me indicarían su movimiento. Estaba excitado al experimentar este fenómeno en mí mismo, y realmente, el medio vaso de agua echada en el platillo empezó a girar lentamente. Eso me invadió con mucho de excitez, interés y sorpresa, pero, siendo investigador de termoenergías tenía sospechas del fomento realizado por la mano. Por eso, la primera vez usé unos guantes finos, y la segunda, con unos más burdos, lo que disminuía en significativo el fomento. En este caso ya casi no había diferencia entre la temperatura de la superficie de los guantes y la del aire. Sin embargo, obtuve los mismos resultados.

Desde las mitades de los anos 80 empecé unas investigaciones intensivas. Me decidí construir un instrumento (Rueda Egely) que es capaz de medir dicho efecto. Estudiaba este fenómeno de afluencia de energías vitales en docenas de mis conocidos. Aunque de diferente grado, todos eran capaces de hacer girar el agua y posteriormente la Rueda Egely. De manera interesante la velocidad angular del giro dependía de cuánta atención prestaba alguien o si estaba cansado o de buenas condiciones físicas. Este fenómeno también lo podemos notar bien en caso de la Rueda Egely. Sin embargo, la temperatura o el tamano de la mano no influían mucho en los resultados. En caso de la Rueda Egely ocurre lo mismo ya que el nivel de nuestro bioenergía lo podemos medir no solamente en las manos sino en otras partes del cuerpo. Entonces preparé algunos recipientes de metal, de forma y tamano de mano, los que se podía rellenar con agua. Así hacía cientos de experimentos para ver si estos recipientes calientes y de forma de mano podían causar el giro del líquido o no. Más tarde, en la fase de pruebas obtuvimos resultados parecidos.

Y realmente, se experimentaba un pequeno movimiento. Pero su velocidad logró como máximo el 10 % de los buenos resultados, y sólo en los casos, cuando el agua en el recipiente fue de 45°C. No obstante, el cuerpo humano nunca tiene una temperatura de 45°C, ya que ésta es letal. La temperatura de la superficie de la mano raramente excede los 35°C, incluso, a veces se pone bajo 32°C. Más tarde proyecté unos experimentos aún más exactos: en el pequeno platillo de cristal tendé unos alambres de platino capilares uno sobre el otro, y les dé unos impulsos electrónicos. Con la ayuda de un agente químico, disuelto en el agua podía alcanzar que el líquido se pusiera marrón a lo largo del hilo y esta capa de líquido colorada el agua la arrastrara consigo. Así podía seguir el movimiento también en el interior del líquido. La valoración de los resultados volvió a demostrar que ni corrientes, ni el movimiento de calor podían producir este fenómeno. A mi mayor sorpresa experimenté otra cosa muy interesante: la resistencia electrónica del líquido cambió de repente cuando el fenómeno del girar el agua se realizó. Este cambio siempre hacía disminuir la resistencia, lo que, según las experiencias anteriores, era algo inexplicable. Pero yo no me conformé con algunas medidas para poder estar seguro, por eso preparé unas cajas de cristal, y puse en ellas el recipiente lleno de agua. Pues así ni el movimiento de un viento exterior o corriente podía tener efecto al resultado.

Grababa estos experimentos, hechos con más o menos 500 personas, en varios colegios. Una tercera parte de los alumnos podía visiblemente hacer girar el agua con una velocidad rápida, mientras a la otra tercera parte el agua giraba de un modo menos espectacular. A la última tercera parte o ni se puso a mover o estaba dentro del límite de errores de las medidas.

Las medidas realizadas en gran cantidad resultaron una nueva experiencia: ocurrió que los mismos que una vez habían hecho girar el agua con éxito, durante una fronta o estando preocupados o nerviosos, no podían hacerlo ni menearse. Cuando pasó la fronta o el problema, volvieron tener la capacidad original de girar el agua. Fue muy interesante ver, que según pasaron las nubes, salió el sol, y todos se pusieron alegres, los resultados mejoraron inmediatamente. Pero en un tiempo tan corto no habrían cambiado de un grado demostrable la temperatura o la humedad, ni la temperatura de las manos, así la única explicación para este efecto eran los cambios sucedidos en el organismo.

Sin embargo, seguía sin entender el ser del giro y la causa por la cual se produce. ?Qué proceso de trasmisión entre energías podía generar el giro? Calculé que para que la velocidad angular del giro diera una vuelta (que era un resultado bueno), se necesitaban las siguientes condiciones: el líquido fuera bien salado, el gradiente magnético fuera cien veces mayor que la de la Tierra, el sujeto del experimento metiera la mano en el agua y entre sus dedos se produciera una corriente continua, de grado letal. Sin embargo, ninguna de estas condiciones estaba a disposición durante los experimentos, así que, para poder explicar este efecto, no tenía otra posibilidad que recelarme en algo desconocido. Les presenté el caso a varios de mis colegas. Todos tenían algunas ideas, pero los cuidados exámenes nos demostraron que con los efectos conocidos no se podía explicar el hecho del giro. Pues nos quedaron una pregunta insoluta y el ser del fenómeno. Como mis propios medios y posibilidades parecían insuficientes, acudié al director y le pide permiso para poder continuar la investigación oficial y legalmente, en el seno del Instituto. Él me aconsejó dirigirme a un amigo suyo, un académico, que había sido designado biofísico hacía poco. Esperaba mucho que los resultados documentados, grabados en más de 500 cintas, vídeos y fotos, los numerosos experimentos y la confutación de los argumentos por parte de los oponentes anteriores fueran a resultar suficientes para poder seguir con la investigación. Pero el académico no mostró ningún interés por mis resultados alcanzados hasta entonces. Después de dos minutos de consulta declaró que: «eso no me lo creo hasta que lo vea con mis propios ojos; un fenómeno así no existe, porque no puede existir, y no puede existir, porque no existe». Al final de nuestra discusión me aconsejó categóricamente acabar inmediatamente con este trabajo, hundir los informes ya imprimidos (G. Egely: Experimental Investigation of Biologically Induced Energy Transport Anomalies. Informe de Investigación. KFKI 1986-94/k), y dedicarme a algo más rentable. Al prohibirme a seguir haciendo informes de investigación (que equivalía a la prohibición de la existencia del efecto) naturalmente el progreso perdió de su dinamismo y me costaba mucho más díficil. Pero la curiosidad de un investigador no me dejaba tranquilo, y, a pesar de la prohibición, seguía trabajando. No han permitido investigar oficialmente este fenómeno hasta nuestros días, y por mi comportamiento «oposicionista» me inflijieron todos los castigos que un investigador puede recibir.

Como las investgaciones básicas fueron bastante costosas, intenté elejir otro medio, que podía rendirme también un provecho práctico. Esperaba encontar a alguien en la Industria que apoyara la investigación de este fenómeno. Como resultaban demasiado difíciles y complicados de realizar, y requerían mucha exactitud, dejaba de estudiar los experimentos de girar el líquido, y pasé a examinar cómo hacer girar a los objetos sólidos. Mis amigos y conocidos me ayudaban mucho con eso, ya que yo no tenía tiempo para probar personalmente cada rotor y cojinete, construidos en cientos de versiones. La experimentación duraba varios anos. Nos costó mucho trabajo llegar desde los primeros modelos primitivos y bastos, hasta el aparato que Usted tiene ahora en las manos.

Necesitábamos al menos cien personas para probar cada uno de los cojinetes, formas de rueda y materias nuevos para ver si fueron mejores que los anteriores. Mientras tanto conseguimos mejorar también la sensibilidad del aparato, con una solución donde la rueda sensor no tocaba nada, y flotaba en el aire. Lamentablemente éste es bastante caro, por eso será usado más bien como aparato laboratorico o médico. (Pero de una distancia corta el aparato portable que Usted utiliza, tiene el mismo nivel de sensibilidad.)

En 1989 entregé la petición de licencia, que sigue estando en varias oficinas, causando mucha dificultad a los funcionarios. Uno de los funcionarios rechazó la licencia en el primer turno diciendo que el mismo aparato era conocido bajo el nombre de brújula. No le interesaban en absoluto los pequenos detalles que la parte giratoria estaba hecha de plástico y no contenía materia ferromagnética.

Otros investigadores e inventores también tropezaron con el mismo fenómeno, pero ellos pensaban que era el calor u otro factor conocido que lo causaba, y no algo inexplorado e independiente. Como el efecto es bien débil, y es muy díficil separarlo de los efectos naturales, el que no conoce en profundo las leyes de trasmisión de calor y energía, le puede parecer que se trata de un simple fomento. Pero para mí, que me dedicaba profesionalmente a los fenómenos de trasmisión entre energías, unas diferencias minuciosas, pero fundamentales me demostraron obviamente que se trataba de algo completamente nuevo para las ciencias. Hay pocos expertos que muestran interés por las anomalías biológicas, así es lógico, que no le hayan dado importancia a este fenómeno. Aunque ya hace cien anos estaba todo a disposición para empezar a estudiarlo, eso, por desgracia, no tenía lugar entonces, principalmente por los prejuicios.

También tendía encontrar la solución de la física del fenómeno. Me interesaba desde los principios qué habría pasado si el giro no se realizara alrededor de un eje vertical, sino de uno horizontal. Con tres anos de trabajo y al aplicar una flotación magnética, logré preparar un mecanismo de eje horizontal, con rozamiento mínimo. Sin embargo, nadie fue capaz de hacer moverlo, aunque la parte giratoria movía en un cojinete magnético igualmente fino que aquello del eje vertical.

Este aparato representa el «high-tech» de nuestros días. Y ahora no me refiero simplemente al pequeno ordenador, construido en el mecanismo, porque el fenómeno se presenta también sin electricidad. Podemos encontrar «high-tech» también en el propio aguje del cojinete. Puesto que en el pequenín punto de la punta hay una presión, que el ápice del aguje acero se derrite, y en este mismo acero derretido gira el mecanismo, por supuesto a medida pequena. A pesar de la aparente simpleza, teníamos que solucionar numerosos problemas técnicos, que, al final, lo conseguimos.

Durante todo el trabajo tenía ante mis ojos el objetivo de demostrar al mundo, qué gran tesoros son la energía vital y la salud, y nosotros somos que los dominamos. Cuidámoslas y protegémoslas! La fuerza puede acompanarnos!

Experiencias

Durante los miles de exámenes nos amontonaron muchas experiencias. Es importante acentuar que esta capacidad es mejorable; con estudiar y usar los métodos meditantes, al cambiar el estilo de vida se desarrolla mucho en breve tiempo.

Me parece una pena que los alumnos no puedan conocer estos métodos relajantes y meditantes en las escuelas. La escuela de hoy tiene como motivo desarrollar las aptitudes físicas, el saber léxico y el don de combinar de los alumnos, pero sobre las otras capacidades del cerebro, igualmente valiosas e importantes para la vida no se les ensena nada. Aunque también entre los adultos hay pocos que conocen estas posibilidades, quizá la suerte o sus experiencias del mundo se las ensenan.

Medidas realizadas en grandes grupos nos han demonstrado que los signos de carácter sí que cuentan. Los alumnos extrovertidos, optimistas, activos y dominantes tenían un nivel de vitalidad mucho más alto (y podían mantener este mejor resultado durante un tiempo más largo), que sus companeros callados, introvertidos, pesimistas y ariscos. Es interesante que en el caso de las chicas adolescentes también se mostraba el efecto de la belleza. Las chicas bellas probablemente hayan recibido más estímulo y más opiniones positivas que sus companeras menos afortunadas.

La vitalidad, de manera interesante, no mostraba una fuerte relación con los resultados de los estudios. Aunque los alumnos con mejores resultados tenían una vitalidad superior al medio, y el practicar deportes aumentaba aún su potencia, no eran ellos que lograban los resultados realmente sobresalientes.

Como ya lo he mencionado, hacíamos medidas con miles de personas, aunque en las actas aparecen solamente los resultados de unos 1100 sujetos. Fue evidente la experiencia según la cual las personas con una enfermedad aguda apenas podían hacer mover la rueda (independientemente de la fiebre que tenían), mientras en caso de los terapéuticos y los hombres de negocio acertados ésta giraba con un número de vultas bien alto. Esta experiencia no mostraba ninguna excepción. Las numerosas experiencias y los miles de exámenes me convencieron definitivamente de que se trataba no sólo de algún tipo de coincidencia casual, sino de un fenómeno individual.

Los valores de vitalidad más altos (superiores a 400%) los mostraban loa alumnos que no siempre podían adaptarse al estricto orden de las escuelas, pero que, a la vez, eran muy susceptivas a los métodos meditativos, tenían una relación estrecha con los amigos y les prestaban mucha atención y tenían algo de la llamada «carisma».

Si ellos se ponían a unos metros de la persona examinada, los resultados se mejoraron obviamente. Aunque, si se lo pedía, también podían lograr el efecto contrario, o sea en estos casos la vitalidad de la persona examinada se disminuía de alto grado. Para eso no necesitaban tocar el sujeto de la medida, la mejora y la recaída las lograban con su simple voluntad.Todo eso fue otra razón importante, que me convenció sobre la realidad del fenómeno. Me justificó el hecho de que esta energía era algo conocido, pero aún sin explorar. También nos interesaba si dos, tres o cuatro personas juntas podían hacer mover la rueda más rápido, es decir su vitalidad se unía o no. El nivel común se aumenta realmente hasta un cierto punto, pero la diferencia no es significativa. Es como si conectáramos paralelamente unas pilas gastadas. Había casos cuando dos o tres personas juntas lograron unos resultados mucho peores, que uno por uno, si no se conocían o no tenían buena relación entre sí. Las relaciones interpersonales, o sea el simple hecho de quién está a nuestro lado o a nuestras espaldas, también puede influir considerablemente en los resultados.

En fin y sólo por curiosidad tengo que mencionar que el mejor resultado tuvo Ernő Rubik, el inventador húngaro del «cubo mágico» (en una de las primeras versiones del aparato): la rueda dió 35 vueltas al minuto, que equivale a un nivel CV de casi 600%.

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